In
illo tempore… reza al principio de una escritura, como la que ahora yo escribo,
sagrada, pura, cómplice del impulso magnífico de este corazón que lucha a
martillazos acelerados, pero rítmicos y constantes buscando la tenue armonía de
tu voz, aquella del acento caribeño y seductor; la soltura de tus letras en las
que mi mente divaga por la imaginación y mi espíritu se estremece en la ternura
de ese amor deseoso de ser correspondido.
Mis
letras, pasivas y silenciosas que contienen toda la fuerza y el ímpetu de este
amor que te profeso, hoy quisieran ser suficientes para hacerte estremecer y sentir aquello por
lo que hoy vivo, suspiro y preciso en mis escritos, sin embargo saben que el
camino es largo y sinuoso, complicado y que le faltan tinta y hojas. Aún así
pretendo siempre ser y estar y jamás dejarte escapar, soñar con sostener tus
delicadas y suaves manos en las mías, desgastadas por el martillo y la hoz,
fuertes, grandes, orantes, protectoras, deseosas de encontrarse con tu corazón
abatido y desilusionado que guarda un ahíto de esperanza en la claridad de tus
ojos verdes. Abre tus manos, pequeña del amor, no temas a la distancia y el
tiempo, abre tus manos ¿sientes las mías? Deja que tu corazón te guíe y
descubra lo que el mío le quiere decir, porque solo un corazón entiende a otro
y mi lenguaje no es suficiente. Amada Mariana, pequeña del amor, abre tus
manos, acepta mis talentos, también son tuyos, lo demás viene con los primeros
destellos del amanecer.
Hija
de Ávila, pequeña Mariana, he descubierto tres luces en tu abatido corazón, la
primera luz viajante de Egipto, grande y poderosa hija de Ra, la segunda retoño
de Gea, huele a Rosas y agua fresca y la más pequeña luz shakesperiana
romántica, llena de ti. ¡Que hermosas luces habitan tu corazón! Con ellas me
quedo, con ellas y tu abatido corazón. Pequeña del amor, ¿ahora sabes quién es
la musa de mi inspiración? ¿ya lo descubriste? Espero que así sea, que estas
letras escritas con la tinta del corazón viajen por valles y llanuras hasta
esos ojos verdes como la aceituna y entren hasta el recoveco más profundo de tu
corazón.
Tú
me encontraste hace poco, yo te he buscado toda mi vida y quiero ser aquel de
tus erotismos, aquel guerrero de tus frentes, aquel de tu inspiración que te
hace suspirar en las noches de soledad.
Hoy
ya no quiero dejarte ir, llegaste a mi santuario, te tejiste en el entramado de
mis letras, te llevaste mi corazón entre tus manos y mi música en tus oídos.
Son tuyos, si así te parece bien, no me los devuelvas, ahora se deben a ti.
Pequeña
del amor, linda Mariana, muchos han escrito sobre tu belleza, tu espíritu
indomable, mujer Revolucionaria, tus ojos de ese verde del Ávila que tanto
amas. Otros tantos han querido conquistarte cual doncella medieval en una justa
poética. Yo sólo escribo a tu corazón, el que me ha derrumbado, ese pequeño
guardián de tus luces, ese que te constituye y te hace ser quien eres. Escribo
por aquel que me ha arrebatado una lágrima, un suspiro, un deseo, un “te
quiero”.
Pequeña
del amor, no huyas de mi, no detengas el ímpetu de mis pasos, no me escondas tu
corazón, se que no es el momento, aún hay mucho por reconstruir y resarcir los
daños, y aquí están mis manos para ayudarte y sostenerte. Yo el más humilde
sólo quiere llevarse tu corazón, ser aquello que siempre has deseado. Carezco
de lo que los estereotipos definen como belleza, pero eso es inversamente
proporcional a mis fuerzas, mis ganas y mi corazón.
Bella
Mariana, te doy mis letras, mi música, mis manos de labor, mi corazón y mi
inquieto espíritu, eso es todo lo que soy y lo que tengo.
¿Me
regalas tu corazón?
De
quien te ama siempre
Alejandro