5 mar 2012

En el ventanal

A mi abue
mujer de maravillosas
letras y de música
donde quiera que estes

Sentada en un sillón
desgastado ya por los años
ya por los recuerdos
la mujer de pasos cansados 
tejía a ritmos apresurados
cruzando las agujas cual esgrima
aquel abrigo de los eternos fríos

Espejuelos a media asta, me explicaba con tonos pacientes, claros "doucement". Cada cruce de esas agujas me parecía mágico, imposible, algo que sólo mi abuela era capaz de hacer. Sin embargo no era tanto mi deseo ver su insuperable destreza en el oficio que ya de por sí era entretenido, más bien escucharla era mi ilusión; prefería conversar con mi "abue" -como siempre le dije de cariño- que un balón de fútbol o los carritos.

Eran fascinantes historias de aquel México de los treintas que podía vislumbrar en aquel sillón iluminado por un enorme ventanal, yo, sentado en un banquillo de madera, a mis 6 o 7 años de edad a un lado de mi abue, preguntando, riendo, sorprendido me narraba con lujo de detalles desde las travesuras que de niña realizaba para ahorrarse un poco de trabajo al hacer las tortillas, tirando bolas de masa sobre el techo de la cocina y de cómo este se derrumbo debido a la acumulación de harina y agua que hicieron insoportable el peso para el frágil techo de laminas de cartón , hasta la similitud entre su vida y aquella famosa novela de Laura Esquivel "Como agua para chocolate".

Vaya que si recuerdo con lujo de detalles aquellas aventuras por la hacienda de Trancoso, tomando leche tibia de las vacas recién ordeñadas o esperando los huevos que las gallinas ofrecían a la fresca mañana zacatecana.

Miles de historias se entretejen para mi abue, con la misma destreza con la que manejaba las agujas a un ritmo rápido y constante, como llevando el compás de un Scherzino de Ponce o una Sinfonía de Moncayo, elegante, sobria, distinguida y con sencillez narraba su vida, contaba sus talentos y me demostraba su destreza musical en aquellos boleros de toda su vida, como si cada compositor pretendiera narrar un pedacito de ella.

Recuerdo aquella mesita con ruedas que antes era un carro de carreras para mi y ahora se ha vuelto el altar en donde alguna vez una mujer dejó sus letras: cartas, pensamientos, canciones y las frases que tanto le apasionaban que ella misma solía llamar "máximas" y conjugadas con su interminable lista de refranes creaban una filosofía de vida única, llena de luz, de una mujer que se amaba a sí misma y a su familia sólo un poco menos que a Dios mismo. Es curioso pensar todo lo que una mujer es capaz de hacer con un poco de tinta, hojas y el corazón en la man, increíble, fascinante, hasta misterioso.

Dejé de ser aquel niño del banquillo de madera y ella dejó este mundo hace poco tiempo para estar donde siempre ha pertenecido, pero sus recuerdos, escritos, relatos y enseñanzas siguen presentes en mi cabeza, trato de ser lo que ella hubiera querido de mi, no soy perfecto, lo sé, pero hago mi mejor esfuerzo.

Gracias abue por acompañar mis pasos siempre




2 comentarios:

  1. Que belleza amigo! Yo también recuerdo a tu abuela enseñandote Alfonsina y el Mar, la conozco por ti y eso es mas que suficiente. Vive, mientras tu la recuerdes y la compartas ella vivirá. Un abrazoooo!

    ResponderBorrar
  2. No tengo palabras para describir lo que siento, solo tengo el rostro lleno de lagrimas por que yo tambien tengo los mejores recuerdos de mi madre, yo dia a dia la recuerdo por que sus ensenanzas las llevo conmigo dia a dia y lamento mucho practicarlas hasta ahora y no cuando las debi de haber aplicado a mi vida, se que si hubiera hecho un poco de caso a lo que ella siempre me inculco por MI BIEN otra hubiera sido mi vida .

    Gracias hijo por mantener viva a una gran mujer MI MADRE.

    ResponderBorrar